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El ruido: contaminante común y barato

Modificaciones del ritmo cardíaco, dificultades en la irrigación cerebral y otros menos peligrosos como la fatiga, el estrés y la pérdida gradual de la audición son algunos de los efectos nocivos de la exposición continua a los ruidos.

De acuerdo con los especialistas, el ruido es la forma de contaminación ambiental más común, barata y fácil de generar, no deja rastros aparentes, pues su carga maléfica es acumulativa y es un fantasma que ha invadido la mayoría de los grandes asentamientos humanos.

Es válido definir que ruido es un sonido compuesto de múltiples frecuencias, no articulado, de cierta intensidad, y que puede molestar o perjudicar a las personas.

Además es considerado el cuarto contaminante para el hombre y para el medio ambiente, después del aire, del agua y de los residuos sólidos, tanto en el medio industrial como en el urbano.

Los medios de transporte, en primera instancia los automóviles y camiones y luego aviones y locomotoras, son los principales responsables de la agresión sonora.

El nivel de ruido depende del estado técnico y de la velocidad que los vehículos desarrollen. Es muy ilustrativo el hecho de que un camión es capaz de emitir un sonido tan ruidoso como el de 32 automóviles ligeros circulando a la vez.

Las actividades industriales y las derivadas del ocio son otras de las causas de ruidos ambientales; según estadísticas internacionales una discoteca puede generar 110 decibelios cuando el oído humano solo admite 65.

Los seres humanos sentimos el nivel sonoro, expresado en decibelios, como una presión que se ejerce en nuestro oído. El índice de riesgo es 85, el de peligro 90, y 120 el de dolor. Por encima de esa cifra, el tímpano puede estallar.

Nadie es inmune al ruido. Aunque aparentemente nos adaptamos a él ignorándole, la verdad es que el oído siempre lo capta, y el cuerpo siempre reacciona, a veces con extrema tensión, como cuando oímos un sonido extraño en medio de la noche.

Las alarmas antirrobo de autos, locales y casas que suelen dispararse por cualquier razón menos el hurto y quedan sonando toda la noche, la música estridente desde equipos que asemejan naves espaciales atentan a diario contra la calidad de vida de un vecindario.

Muchas ciudades del mundo superan los umbrales de los ruidos molestos como Hong Kong, Sao Paulo, Nueva York y París. Solo esperamos que los cubanos no se incorporen a esa furia ambiental sonora.

Con las barreras sónicas hechas de árboles que simulen una pantalla vegetal, llenos de vegetación y hojas, colocadas a 30 metros de las carreteras y plantadas con especies que alcancen una altura de 12 metros, se puede llegar a reducir cinco decibelios.

La recuperación de los espacios verdes, reordenar el tránsito, hacer más exigente el control vehicular e imponer severas multas para quienes no cumplan con las normas, pudieran ser pasos iniciales para resanar lo que ya se expande por nuestras ciudades.

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