La virgen de los Andes venezolanos
Con las nubes entre los brazos, aparece el monumento a la Virgen de la Paz, en la cúspide de una de las más empinadas cuestas de los Andes venezolanos, donde se ubica la ciudad de Trujillo.
Comparada por su inmensidad con la Estatua de la Libertad, en Nueva York, o el Cristo Redentor, en Río de Janeiro, se alza como la más elevada de América del Sur, pues está a unos mil 700 metros por encima del nivel del mar.
Para los trujillanos es un recinto donde hallar la más pura espiritualidad y religiosidad.
La gruta de la peña, que sirve de pedestal a la virgen, es sitio de peregrinación, al que acuden pagadores de promesas, creyentes a rezar y se escuchan los sonidos de los salves para retribuir favores concedidos.
Contemplada al bajar por las calles de la urbe, sus 46,72 metros de altura y su peso de mil 200 toneladas, mezclados con los grises de las nubes y los verdes oscuros andinos, trasmiten la paz que su nombre encierra.
Moldeada en una armazón de acero revestida en concreto, fue diseñada por el arquitecto Manuel de la Fuente e inaugurada el 21 de diciembre de 1983.
En un día claro y despejado desde su mirador más alto, al nivel de los ojos de la virgen, la vista se puede perder en los límites del estado de Trujillo o en parte de la sierra nevada de Mérida y de la costa sur del Lago de Maracaibo.
Otros cuatro miradores están repartidos en toda la magnitud del monumento.
El primero a nivel de la rodilla, a una altura de 18 metros, el segundo mirador se halla en la mano izquierda, el tercero se encuentra en la mano derecha, a 26 metros y el cuarto está en la cintura.
Historiadores cuentan que la obra se erigió en tributo a la patrona del estado, pues esa ciudad fue fundada en 1557 y bautizada como Trujillo de Nuestra Señora de la Paz.
Quienes habitan la localidad hablan con orgullo de la aparición de la Santísima Virgen María, en 1570, justo en la elevación donde se instaló el monumento.
Los más imaginativos recrean la historia de la visión mezclándola con la magia que encierran los paisajes de los más intrincados parajes del continente suramericano.
Cuentan de una hermosa joven que corrió hasta la gruta, desde donde los habitantes de las cercanías vieron salir destellos de luz, al acercarse al lugar era la imagen de la virgen lo que vieron a la entrada.
Algunos aseguran que llevaba una capa dorada, unos que iba a caballo y otros que estaba sentada en los cuernos de la luna.
Santa, doncella o patrona, la Señora de la Paz custodia inerme desde lo alto y con las manos en posición de entrega a esta parte de los Andes de Venezuela.
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